Simulación para unos, promesa cumplida para otros… lo cierto es que la consulta, independientemente del resultado, establece un precedente de lo que será la administración venidera sobre la gestión de los recursos públicos. La “Democracia Participativa”, como lo llama el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, da al “pueblo” de México la oportunidad de elegir el destino de importantes inversiones públicas, pero a pesar de ser un ejercicio prometido en campaña su ejecución ha generado una enorme polémica.
Pongo entre comillas la democracia participativa porque la democracia es, por definición, participativa y el ejercicio de la consulta puede resultar ocioso cuando en las urnas el pueblo le dió su voto de confianza al ahora presidente electo. Pero con todo y ese voto de confianza hay una gran responsabilidad que parece estar evadiendo y confiriendo directamente a las urnas de la consulta porque la decisión final, como Presidente electo debe recaer en él y no en los resultados de un ejercicio que, pese a las buenas intenciones, carece del andamiaje completo de un ejercicio de “democracia participativa” y en el cuál los detractores hallan cada vez más “agujeros” que le dan un marcado sesgo hacia un resultado a modo.
Algunas de las quejas recaen en la asignación de los municipios que cuentan con mesas de votación pues no parece obedecer un criterio estadístico como reclama Morena que lo hace, no se trata de solo el número de municipios sino de la densidad poblacional. Milenio reporta que 1 de cada 3 municipios son Morenistas (no resulta extraño tras el llamado tsunami morenista del 1 de Julio), además, citando al presidente de la Fundacion Arturo Rosenblueth, Enrique Calderón, el ejercicio esperan una participación de entre 100,000 y 500,00 personas en un país con aproximadamente 120 millones de habitantes y un padrón electoral de 91 millones, es decir, el ejercicio al que han llamado “vinculante” espera en el mejor de los casos la participación de MENOS del 1% (0.5%) para tomar una decisión.
Además de lo anterior, el tema que debería ser considerado más importante es el técnico. Un aeropuerto requiere de un sinnúmero de estudios. Valdría la pena revisar los estudios sobre los que se basa la obra actual del NAICM y verificarlos y suponiendo que son correctos se debe considerar el tiempo y costo de los mismos contra el tiempo y costo de los presentados recientemente a favor de la alternativa en la base aerea militar de Santa Lucía.
También es importante conocer que un aeropuerto no es solo un acceso para turistas y viajeros de negocios. Un aeropuerto es un centro neurálgico para una sociedad moderna, es una importante conexión para el comercio y la capacidad y logística que brinde afecta directamente al balance comercial del país.
En conclusión, pese a ser un ejercicio no constitucional -aún-, el presidente electo puede darle el peso que desee porque la decisión finalmente es de él y su equipo; si es vinculante lo será porque AMLO lo decida; además, el como presidente electo esta legitimado a tomar la decisión que sea porque una aplastante mayoría lo apoyo en las urnas en las elecciones pasadas ya con la propuesta de la consulta en mano. Que sea buena o mala idea es otra cosa y los verdaderos resultados de la consulta así como las posibles consecuencias solo las veremos al momento de que el, de su voz, nos diga cuál es el resultado de la consulta y que va a hacer al respecto.